martes, 14 de enero de 2014

BREVE HISTORIA DEL COLOR ROSA

Por Clara Restrepo
 
Y de cómo por siglos era un color asexuado, antes de convertirse en uno de los estereotipos más conocidos y ligados a la mujer.
Hay cosas de hombres que las mujeres no pueden hacer y hay cosas de mujeres que avergüenzan a los hombres que las hacen. Entre ellas el usar el color rosa.
El atribuir los colores en un modo automático a niños y niñas es uno de los estereotipos más radicados y descontados ligados a la diferencia de género. Y este estereotipo tiene una historia y una evolución, como nos cuenta “El Atlantic” en un artículo de hace unos meses (retomando el libro de la histórica Jo B. Paoleti de la Universidad de Maryland titulado “Pink and Blue: Telling the boys from the girls in America”. La primera cosa que debemos saber es que la asociación entre el rosa y lo femenino viene solo en tiempos relativamente recientes y por una elección arbitraria. Por siglos, el color rosa era asexuado.
En el siglo XVIII era perfectamente normal para un hombre llevar un vestido de seda rosa con motivos florales. Los niños y las niñas hasta los 6 años los vestían con vestidos largos de color blanco sin una diferencia sustancial entre hombres y mujeres, solamente la posición de los botones. La elección del blanco era sobre todo de naturaleza práctica, los vestidos blancos y los pañales blancos de tela eran más simples para lavar y blanquear. Más que basada sobre el sexo, la distinción de la indumentaria venía dada por la edad: diferenciaba simplemente los más pequeños de los más grandes.
El rosa y el azul, junto con otros colores pastel fueron introducidos en la ropa para niños en la mitad del siglo XIX, pero no implicaban ninguna significancia de género. Una de las primeras referencias al atribuir colores al sexo se encuentra en “Piccole Donne”, “Mujercitas” de Louisa May Alcott, donde un lazo rosa es usado para identificar la mujer y uno azul al hombre. La usanza viene definida de la misma Alcott como “moda francesa”, como para decir que no era una todavía una norma reconocida en todas partes, es más, era una especie de vicio exótico.
En estos tiempos los libros para niños, los anuncios y las tarjetas de invitación por nacimiento, el papel de regalo y varios artículos de los diarios indicaban que no se trataba de una norma y que el rosa podía ser asociado tanto a los recién nacidos fueran niños o niñas. En el 1918 “Earnshaw´s Infants´Departament, revista especializada en vestidos para niños especificaba que la regla comúnmente aceptada era que el rosa fuera para los niños y el azul para las niñas. Esto porque el rosa es un color más fuerte y decidido, más adaptado a un hombre, mientras que el azul era más delicado y gracioso, y más adaptado a las mujeres. El rosa venía visto más cercano al rojo (color fuerte y viril ligado a los héroes de batalla) mientras que el azul venía mas asociado al color del velo que representa a la Virgen María. En 1927 la revista Time publicó un gráfico que confirmaba esta tendencia y mostraba los colores más apropiados para hombres y para mujeres según los principales productores y vendedores de vestimenta en los Estados Unidos.
Entre los años treinta y cuarenta las cosas empezaron a cambiar, los hombres comenzaron a vestirse con colores siempre más oscuros, asociados al mundo de los negocios, para distinguirse de las gamas claras percibidas como más femeninas y ligadas a la esfera doméstica.
La vestimenta de los niños y de las niñas empezó a diferenciarse siempre en edades más pequeñas también por la difusión de la creciente teoría de Freud ligada a la sexualidad y a la distinción de género. Nos encontramos todavía en una fase incierta durante varias décadas, hasta la segunda guerra mundial los colores continuaron a ser utilizados de una manera intercambiable.
No es claro, como a cierto punto, en los años cincuenta, viene una precisa asignación de los colores: “podía haber sido diferente, fue una elección arbitraria” explica Jo B. Paoletti. El rosa termina por identificar a las mujeres y aparece omnipresente no solo en la vestimenta, también en los bienes de consumo, en los electrodomésticos y en los automóviles. La muñeca Barbie fue introducida en el mercado precisamente en estos años y consolidó la feminización del rosa. Un ejemplo se encuentra también en la película Funny Face de 1957, cuando un personaje inspirado en la célebre periodista de moda Diana Vreeland dedica al color rosa un número completo de su revista.
El rosa asociado a la feminidad fue fuertemente criticado durante los años sesenta y setenta con la difusión del movimiento feminista y la puesta en discusión de los roles tradicionales de género. Las mujeres iniciaron a utilizar estilos más neutros, privados de detalles asociativos al sexo. Paoletti en su libro hace notar que la crítica de las feministas no era tanto hacia el color rosa, sino porque hacía referencia a la esfera infantil. En uno de los estereotipos más importantes para el movimiento de las mujeres de la época “la mistica della femminilità”, Betty Friedan trató de dar una explicación al “problema inexpresivo” que hacía infelices y depresivas a las mujeres americanas de los años sesenta. El color rosa, en este ensayo, viene nombrado solo dos veces, cuando se habla de la “mujer infantil” que se mantiene en casa como “una niña entre sus hijos, pasiva, sin ningún control sobre su propia existencia”. Muy apreciado fue en esos mismos años y no solo por el mensaje ambientalista el comic de los “Barbapapá” donde no era casual que el padre fuera de color rosa y la madre de color negro.
Fueron los años ochenta los que impusieron definitivamente la idea de los colores que marcadamente señalaban el género pertenencia del niño o de la niña. En estos años desparecieron los vestidos unisex y se impusieron definitivamente una serie de estereotipos ligados a la infancia y al mundo de los juguetes: soldaditos y juegos de construcción para los niños, muñecas y ollitas para las niñas. Fue importante también la difusión de la diagnosis prenatal y de la consecuente posibilidad de descubrir el sexo antes del parto. A este punto, explica Paoletti, tuvieron la mejor estrategia de marketing.

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