Por Clara Restrepo
Y de cómo por siglos era un color
asexuado, antes de convertirse en uno de los estereotipos más conocidos y
ligados a la mujer.
Leggi l´articolo in italiano: http://www.ilpost.it/2013/11/19/breve-storia-del-colore-rosa/
Hay cosas de hombres que las
mujeres no pueden hacer y hay cosas de mujeres que avergüenzan a los hombres
que las hacen. Entre ellas el usar el color rosa.
El atribuir los colores en un
modo automático a niños y niñas es uno de los estereotipos más radicados y
descontados ligados a la diferencia de género. Y este estereotipo tiene una
historia y una evolución, como nos cuenta “El Atlantic” en un artículo de hace
unos meses (retomando el libro de la histórica Jo B. Paoleti de la Universidad
de Maryland titulado “Pink and Blue: Telling the boys from the girls in America”.
La primera cosa que debemos saber es que la asociación entre el rosa y lo
femenino viene solo en tiempos relativamente recientes y por una elección
arbitraria. Por siglos, el color rosa era asexuado.
En el siglo XVIII era
perfectamente normal para un hombre llevar un vestido de seda rosa con motivos
florales. Los niños y las niñas hasta los 6 años los vestían con vestidos largos
de color blanco sin una diferencia sustancial entre hombres y mujeres,
solamente la posición de los botones. La elección del blanco era sobre todo de
naturaleza práctica, los vestidos blancos y los pañales blancos de tela eran
más simples para lavar y blanquear. Más que basada sobre el sexo, la distinción
de la indumentaria venía dada por la edad: diferenciaba simplemente los más
pequeños de los más grandes.
El rosa y el azul, junto con
otros colores pastel fueron introducidos en la ropa para niños en la mitad del
siglo XIX, pero no implicaban ninguna significancia de género. Una de las
primeras referencias al atribuir colores al sexo se encuentra en “Piccole Donne”,
“Mujercitas” de Louisa May Alcott, donde un lazo rosa es usado para identificar
la mujer y uno azul al hombre. La usanza viene definida de la misma Alcott como
“moda francesa”, como para decir que no era una todavía una norma reconocida en
todas partes, es más, era una especie de vicio exótico.
En estos tiempos los libros para
niños, los anuncios y las tarjetas de invitación por nacimiento, el papel de
regalo y varios artículos de los diarios indicaban que no se trataba de una
norma y que el rosa podía ser asociado tanto a los recién nacidos fueran niños
o niñas. En el 1918 “Earnshaw´s Infants´Departament, revista especializada en
vestidos para niños especificaba que la regla comúnmente aceptada era que el
rosa fuera para los niños y el azul para las niñas. Esto porque el rosa es un
color más fuerte y decidido, más adaptado a un hombre, mientras que el azul era
más delicado y gracioso, y más adaptado a las mujeres. El rosa venía visto más
cercano al rojo (color fuerte y viril ligado a los héroes de batalla) mientras
que el azul venía mas asociado al color del velo que representa a la Virgen
María. En 1927 la revista Time publicó un gráfico que confirmaba esta tendencia
y mostraba los colores más apropiados para hombres y para mujeres según los
principales productores y vendedores de vestimenta en los Estados Unidos.
Entre los años treinta y cuarenta
las cosas empezaron a cambiar, los hombres comenzaron a vestirse con colores
siempre más oscuros, asociados al mundo de los negocios, para distinguirse de las
gamas claras percibidas como más femeninas y ligadas a la esfera doméstica.
La vestimenta de los niños y de
las niñas empezó a diferenciarse siempre en edades más pequeñas también por la
difusión de la creciente teoría de Freud ligada a la sexualidad y a la
distinción de género. Nos encontramos todavía en una fase incierta durante
varias décadas, hasta la segunda guerra mundial los colores continuaron a ser
utilizados de una manera intercambiable.
No es claro, como a cierto punto,
en los años cincuenta, viene una precisa asignación de los colores: “podía
haber sido diferente, fue una elección arbitraria” explica Jo B. Paoletti. El
rosa termina por identificar a las mujeres y aparece omnipresente no solo en la
vestimenta, también en los bienes de consumo, en los electrodomésticos y en los
automóviles. La muñeca Barbie fue introducida en el mercado precisamente en
estos años y consolidó la feminización del rosa. Un ejemplo se encuentra también
en la película Funny Face de 1957, cuando un personaje inspirado en la célebre
periodista de moda Diana Vreeland dedica al color rosa un número completo de su
revista.
El rosa asociado a la feminidad
fue fuertemente criticado durante los años sesenta y setenta con la difusión
del movimiento feminista y la puesta en discusión de los roles tradicionales de
género. Las mujeres iniciaron a utilizar estilos más neutros, privados de
detalles asociativos al sexo. Paoletti en su libro hace notar que la crítica de
las feministas no era tanto hacia el color rosa, sino porque hacía referencia a
la esfera infantil. En uno de los estereotipos más importantes para el
movimiento de las mujeres de la época “la mistica della femminilità”, Betty
Friedan trató de dar una explicación al “problema inexpresivo” que hacía
infelices y depresivas a las mujeres americanas de los años sesenta. El color
rosa, en este ensayo, viene nombrado solo dos veces, cuando se habla de la “mujer
infantil” que se mantiene en casa como “una niña entre sus hijos, pasiva, sin
ningún control sobre su propia existencia”. Muy apreciado fue en esos mismos
años y no solo por el mensaje ambientalista el comic de los “Barbapapá” donde
no era casual que el padre fuera de color rosa y la madre de color negro.
Fueron los años ochenta los que
impusieron definitivamente la idea de los colores que marcadamente señalaban el
género pertenencia del niño o de la niña. En estos años desparecieron los
vestidos unisex y se impusieron definitivamente una serie de estereotipos
ligados a la infancia y al mundo de los juguetes: soldaditos y juegos de
construcción para los niños, muñecas y ollitas para las niñas. Fue importante también
la difusión de la diagnosis prenatal y de la consecuente posibilidad de
descubrir el sexo antes del parto. A este punto, explica Paoletti, tuvieron la
mejor estrategia de marketing.
No hay comentarios:
Publicar un comentario