domingo, 4 de enero de 2015

EL DIVINO DESCONTENTO

Por Julia Reyes



El humor cambiante de los adolescentes es una de las quejas más frecuentes de sus padres. Cuando entran en la pubertad los chicos y las chicas pasan de la alegría a la tristeza en segundos o del aburrimiento a la diversión en unos pocos minutos. De pronto son los seres más felices de la Tierra e instantes después no hay nadie en el universo más desgraciado que ellos.  Para acompañar de buena manera estas subidas y bajadas la experta en adolescencia Victoria Toro propone:
  • Hazle saber que no está solo. La función de los padres durante la adolescencia es muy importante ya que en esta etapa de la vida los seres humanos somos muy vulnerables desde el punto de vista psicológico. Es importante que nuestros hijos sepan que estamos a su lado. Y es crucial que pasemos suficiente tiempo con ellos. Para disminuir un poco esa vulnerabilidad, explícale a tu hijo adolescente las causas de sus cambios de humor. Y cuéntale que son normales, que le ocurre a casi todas las personas y que también te pasó a ti durante tu adolescencia.
  • Consigue que hable de lo que le ocurre. Es muy importante el desahogo. Seguro que tú hijo o hija adolescente hablará mucho con sus amigos pero también es bueno que hable contigo y te explique cómo se siente. Permítele igualmente que muestre sus sentimientos, explícale que llorar es tan bueno como reír cuando a uno le hace falta.
  • El deporte ayuda. Hazle saber que el ejercicio físico es una fantástica válvula para regular las emociones. Las hormonas que se producen en el organismo tras la práctica de actividades deportivas son magníficas para reducir la tensión y mejorar el estado de ánimo. Así que alienta a tu hija o hijo adolescente para que practique deportes.
  • Descansar bien es fundamental. El organismo necesita siempre su dosis de descanso pero durante la adolescencia, cuando los cambios son tan profundos, aún más. Explica a tu hijo adolescente que el cansancio le provocará aún más irritación o tristeza.
Fuentes: Robert F McGivern, Julie Andersen, Desiree Byrd, Kandis L Mutter, Judy Reilly. "Cognitive efficiency on a match to sample task decreases at the onset of puberty in children". Brain and Cognition Volume 50, Issue 1, October 2002, Pages 73-89
EL DIVINO DESCONTENTO por Julia R.
Sabemos que lo que determina la desorientación fundamental en cualquier persona entre 13 y 19 años (período de adolescencia más aceptado aunque puede comenzar antes o extenderse) tiene que ver especialmente no con sus cambios físicos sino en primerísimo lugar con el entorno en donde dichos cambios físicos ocurren, sea el entorno psíquico-emocional y el entorno socio-familiar. En la medida en que las referencias “adultas” de dichas personas adolescentes van encontrando su “sentido de vivir”, su “modo comunicacional”, sus “prioridades”, ellos irán ordenando sus ideas y sentires según sus referentes lo vayan haciendo en idéntica proporción. Ellos saben desde muy tierna infancia también que no viven en un mundo ideal ni muchísimo menos. Se enteran de ello tempranamente en la etapa escolar.
 Me parece que es importante establecer antes que nada buenas relaciones afectivas desde la edad previa a la adolescencia es decir en la infancia, observando una fluida comunicación con ellos de los temas en general que en general puedan importar para “el bien común”. Allí estará la base con la que luego podrán contar, en la etapa llamada “conflictiva” de la adolescencia, podrán acudir a los recursos propios y del entorno de referencias previo.
Ese entorno de referencias primero familiar y luego social o conjuntamente socio-familiar en el caso de las comunidades convivenciales será de fundamental importancia en la resolución de los conflictos que dichas personas necesiten atravesar y resolver.
Muchas veces se ha dicho en la Escuela Neijing y a través del grupo de investigación de Inspiración Femenina de Tian que los primeros guías de los hijos son los adultos. Por ello pienso se debe seguir insistiendo en la educación simultánea de los adultos para que las referencias sean válidas y dignas a la hora de aconsejar a otras personas, en este caso a los que atraviesan el “divino descontento” como muy acertadamente llamaba a la etapa adolescente el insigne Carl Jung.
En el “divino descontento” y en la “tierna infancia” aún estamos muchos adultos que hoy nos jactamos de ser “maduros”. Pero ello no es un juicio sino una respetuosa observación. Respetuosa porque si no lo vivimos como “malo” y tomamos del “divino descontento” y de la “tierna infancia” las virtudes que de ello deriva, podemos entender en igual proporción las etapas que nuestros hijxs viven y podemos buscar “buenas referencias” que nos ayuden a seguir creciendo en salud.
Por todo esto, pienso que estamos en el camino… todos… con más hormonas o con menos hormonas y que todas las etapas necesitan de referencias que nos identifiquen en un mundo donde la identidad se ha convertido en poco rentable, y en donde los estereotipos de toda clase aún siguen calando en nuestras culturas.