lunes, 16 de diciembre de 2013

Aulas de sangre en Pakistá




Los talibanes la hirieron cuando atacaron su escuela, pero su nombre no es Malala. Tampoco estudia en las comarcas del noroeste de Pakistán donde aquellos extremistas intentan imponer su ley y apartar a las niñas de la educación. Attiya Ali, de 11 años, acude a la Nation Secondary School de Ittehad Town, la barriada de Karachi donde vive con su familia. Tiene mucho mérito que siga haciéndolo, porque el tiroteo que mató al director de su colegio el pasado marzo le ha dejado con las piernas paralizadas. Ir a clase se está convirtiendo en una actividad de alto riesgo en ese país disfuncional y caótico.
“Quiero ser maestra”, ha declarado Attiya a la prensa local. “Para entonces, tal vez incluso pueda andar”. De momento, después de pasar tres meses hospitalizada y otros dos en una camilla, se mueve en silla de ruedas. A falta de recursos para un tratamiento de fisioterapia que le ayude a recobrar la movilidad de las piernas, se ejercita en su casa con unas férulas ortopédicas y apoyándose en la pared bajo la atenta mirada de sus padres y su hermano mayor, de 16 años. Ni él ni los otros cinco más pequeños van ya al colegio, porque buena parte de las 15.000 rupias (unos 100 euros) mensuales que gana el padre, Arshad Ali, se van ahora en medicinas para Attiya.
“No es que no quiera educarlos”, asegura el hombre.
La Nation Secondary School cobra 350 rupias mensuales a cada alumno. Incluso, esa modesta cantidad constituye un obstáculo para muchas familias. La movilización de la sociedad civil logró que en 2010 se introdujera un nuevo artículo en la Constitución que establece “la educación gratuita y obligatoria para todos los niños de entre los 5 y los 16 años”. Aún no se ha desarrollado la legislación que permita hacerlo realidad. Además, hay cientos de escuelas públicas fantasma que existen sobre el papel, pero que nunca se han llegado a construir porque los funcionarios o los políticos locales se han quedado el dinero.
Como los hermanos Ali, al menos 9,2 millones de niños paquistaníes de entre 5 y 12 años están sin escolarizar, según el último informe de Unicef en el que se alerta de que Pakistán no va a ser capaz de cumplir los Objetivos de Desarrollo del Milenio para 2015. Esos datos lo convierten en el segundo país del mundo con más niños fuera de las aulas, después de Nigeria. De acuerdo con activistas locales por la educación, la cifra se eleva a unos 23-25 millones si se toma como edad de referencia los 16 años. Aproximadamente, el 60% son niñas. En Pakistán, un chico tiene un 15% más de probabilidad de empezar la primaria que una chica. De hecho, entre los 5 y los 9 años, un 39% de las crías no están ni siquiera matriculadas, frente a un 30% de los chavales.

Mahenaz Mahmud. Pedagoga defensora de la educación infantil

Attiya, sin embargo, no falta a clase. Siempre fue buena estudiante, y junto a su cama hay varios premios por sus resultados académicos. Pero si necesitaba alguna motivación más, la obtuvo el día en el que Malala You­­saf­­zai visitó su escuela. Algunos vecinos creen que por eso los talibanes mataron a su director. Una de las balas que dispararon alcanzó a la pequeña cuando trataba de recuperar un zapato que perdió mientras las maestras intentaban que ella y sus compañeras se pusieran a salvo.
El incidente ha dejado huellas. Aunque la escuela reinició el curso a los pocos días, los alumnos tienen miedo. Corren al menor ruido. Muchos padres han decidido que el riesgo no vale la pena, sobre todo en el caso de las niñas. Su matrícula se ha reducido tanto que el nuevo director ha decidido suprimir el segundo turno. Solo hay clases por las mañanas.
Es el objetivo de los violentos. Crear el terror. Lograr que, ante el peligro, los padres opten por dejar a los niños en casa. Los extremistas lo plantean en términos de la lucha contra el Estado, pero eligen los objetivos más fáciles y desprotegidos. Sin formación, la gente resulta más fácil de manipular. De ahí, el desafío que supone Malala y el intento de asesinarla en octubre del año pasado, cuando salía de clase. La muchacha, que a sus 16 años acaba de recibir el Premio Sájarov de la Unión Europea y ha estado nominada para el Nobel de la Paz este año, alcanzó notoriedad cuando el Ejército echó a los talibanes del valle del Swat en 2009. Entonces se reveló que era la autora de un diario en el que contaba cómo era la vida bajo el control de los extremistas, publicado en la web de la BBC en urdu. Bajo el seudónimo de Gul Makai y desde los 11 años, Malala había relatado con gran candor cómo iban aumentando las restricciones hasta que finalmente cerraron todas las escuelas de niñas.
“Los talibanes han emitido una fetua que prohíbe ir a la escuela a todas las niñas”, escribió en una de las entradas. “[Hoy] solo asistieron a clase 11 de las 27 alumnas. (…) Mis tres amigas se han ido a Peshawar, Lahore y Rawalpindi con sus familias después del edicto”. La angustia que viven las pequeñas se cuela cuando relata que una compañera le ha preguntado: “Por el amor de Dios, dime la verdad, ¿van a atacar nuestra escuela los talibanes?”.
No era un miedo irracional. Un informe publicado por el Ejército en aquellas fechas aseguraba que los talibanes habían decapitado a 13 niñas, destruido 170 escuelas y colocado bombas en otras cinco. Cuando los militares pusieron fin a la tiranía de los talibanes en Swat, Malala utilizó su repentina fama para promover el derecho a la educación, con especial énfasis en las chicas. Su activismo, dando conferencias en escuelas de todo el país, fue reconocido por el Gobierno, pero no cayó bien entre los extremistas. A pesar de desmentir que se opongan a la escolarización de las niñas, han seguido atacando centros educativos, tal como prueban las imágenes de Diego Ibarra Sánchez que ilustran este reportaje.
Desde el atentado contra Malala, en el que también resultaron heridas sus compañeras Shazia Ramzan y Kaniat Riaz Ahmed, decenas de colegios en Swat, Nowshera, Charsadda, Swabi, Peshawar y las regiones tribales fronte­­ri­­zas con Afganistán han sufrido ataques de los extremistas. Sorprende la impunidad y la frecuencia con las que actúan. Sorprende aún más que a pesar de las agresiones, los niños vuelvan a clases que carecen de electricidad, de cristales en las ventanas, de aseos y, a veces, hasta de aulas, como es el caso en esa Government Middle School atacada el pasado marzo, don­­de las lecciones se imparten a la intemperie.
Pero la violencia talibán es solo uno de los muchos males que afectan al sistema educativo de Pakistán y, por extensión, al Estado. De hecho, cuando se le pregunta a Mahenaz Mahmud, una veterana pedagoga que ha dedicado su vida a promover la educación infantil, ni siquiera lo menciona. En su opinión, los principales obstáculos son “la ausencia de voluntad política y años de mala gobernanza a nivel nacional, provincial y local; las malas políticas educativas, y la pobreza, condiciones económicas y degeneración social”.
Esos mismos problemas están en la raíz de que las escuelas privadas de Pakistán hayan prohibido el libro de memorias de la joven activista, Yo soy Malala (Alianza Editorial, 2013). Los responsables arguyen que no es bastante respetuosa con el islam porque cuando menciona el nombre del profeta Mahoma no añade a renglón seguido la expresión “que la paz sea con él”, como es habitual entre los musulmanes piadosos.

Pilar Aguilar. Responsable de educación de Unicef en Islamabad

“Malala fue un modelo para los niños, pero este libro le ha hecho controvertida. A través de él se ha convertido en un instrumento en manos de las potencias occidentales”, declaró Kashif Mirza, el presidente de la Federación de Escuelas Privadas de Pakistán. Desde fuera, da la impresión de que simplemente han cedido a las presiones de los intransigentes para evitar riesgos.
En contra de lo que podría deducirse de las noticias, el mayor número de niños sin escolarizar no se da en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa y en las zonas tribales, entre cuya población pastún se halla la espina dorsal del apoyo a los talibanes. Baluchistán, con un 34%, y Sind, con un 32%, presentan una situación mucho más grave que aquellas, con un 26%, o que la más desarrollada, Punjab, donde solo un 16% de los menores de 10 años está fuera de las aulas. Más grave aún, según los datos recopilados por Unicef, en Sind, un 40% de los matriculados no acuden a clase.
Una de las razones que los expertos apuntan es la mala calidad de la enseñanza pública. A menudo, los niños acaban la educación básica sin ser capaces de escribir su nombre correctamente. Bela Jamil, una activista social con una larga trayectoria en el terreno educativo, contó a EL PAÍS en mayo pasado que “hay 32.000 escuelas en el país con solo uno o dos maestros cuya formación deja mucho que desear”. Sabe de lo que habla porque trabajó durante varios años como directora general del Ministerio de Educación.
Además, muchos padres no ven el sentido de escolarizar a sus hijos, debido a la falta de posibilidades de continuar su formación. Al acabar primaria, después de cinco o seis años de asistir a clase, siguen siendo obreros sin cualificar con parecidas perspectivas laborales que si no hubieran acudido al colegio. Así que un 42,6% de los 190 millones de paquistaníes siguen siendo analfabetos, en especial en las zonas rurales y más entre las mujeres.
“En los últimos diez años no se han hecho mejoras para mantener a los niños en la escuela”, reconocía Pilar Aguilar, la responsable de educación de Unicef en Islamabad, durante una reciente entrevista. Según sus datos, aunque ha aumentado el número de escolarizados, siguen siendo muchos los que abandonan durante los primeros cursos. De nuevo, casi la mitad de las niñas que empiezan la primaria dejan las clases antes de acabar el ciclo.

Mujer y pobreza son los dos principales indicadores de la exclusión educativa. En los hogares más desfavorecidos de Pakistán, apenas un 45% de las niñas están matriculadas en los primeros ciclos de primaria (frente al 80% entre la quinta parte más rica del país) y solo un 18% cursan el tercer ciclo (el 56%, entre las más acomodadas). Para los chicos, las cifras son el 56% y el 22,5%, respectivamente. Una sociedad extremadamente conservadora, las costumbres tribales de parte de la población o su interpretación rigorista de la religión se mencionan a menudo como origen de ese sexismo que, a todas luces, lastra el desarrollo del país.
“Pakistán es un país enorme, con actitudes religiosas y sociales muy diversas”, matiza Mahmud en un e-mail. “En la actualidad, las regiones del noroeste están en las noticias debido a los talibanes y al terrorismo. Pero la religión no es realmente la causa; lo que impide la educación de las niñas en algunas zonas de Khyber Pakhtunkhwa es la política de los talibanes”, defiende esta educadora. Además, admite, “hay muchas otras razones económicas y logísticas por las que las chicas no van a la escuela en otras zonas urbanas y rurales de nuestro país. Pero en los pueblos grandes y en las ciudades, las niñas sí van al colegio”.
Un elemento que parece común a todo Pakistán es la diferente actitud que se adopta ante la educación de mujeres y hombres. El sistema patriarcal imperante en las cuatro provincias y las regiones tribales administradas federalmente hace que la sociedad no vea a las mujeres como fuente de sustento para la familia, y, en consecuencia, carecen de estatus y valor social. De ahí que de forma tradicional se haya dado una mejor formación a los hijos que a las hijas. Además, la segregación sexual en público restringe la movilidad de las mujeres.
“En Baluchistán y Sind existe la costumbre de los matrimonios tempranos, lo que significa que las niñas abandonan antes la escuela, pero hay también cuestiones de honor”, ha explicado a este diario Sadaf Zulfiqar, una especialista en género de Unicef.
Entre ellas, Zulfiqar cita que muchas escuelas carezcan de retretes o muros a su alrededor para mantener el purdah, como entre los musulmanes del sureste asiático se denomina al confinamiento de las mujeres al espacio privado fuera de la vista de hombres que no sean de su familia. También, la carencia de maestras, ya que muchos padres no aceptan que sean hombres quienes den clase a sus hijas.
El asunto remite a la falta de emancipación de la mujer. Debido a las restricciones sociales y a la inseguridad, pocas están dispuestas a desplazarse varios kilómetros hasta una escuela rural. Además, el salario es muy bajo. Así que resulta muy difícil romper el círculo vicioso, de la educación de las niñas y de la calidad de la educación para todos. Hasta ahora, Pakistán apenas invertía en educación un 2% de su producto interior bruto (PIB), la cifra más baja de entre todos los países del sureste asiático y muy por debajo de la media global (7%). El nuevo Gobierno de Nawaf Sharif, que tomó posesión el pasado junio, ha anunciado que durante los próximos cinco años va a duplicar esa cifra. “Es una medida muy importante que debería derivar en más acceso, mejor calidad y una reducción de las desigualdades en la educación de las niñas, si se usa de forma adecuada”, asegura Zulfiqar en un e-mail.
La inmensidad de la tarea hace que otros expertos se muestren escépticos. Apuntan la necesidad de que se combata la corrupción y se promueva la meritocracia, para que las familias valoren más la importancia de educar a sus hijos. Pero sin cambios sustanciales en la consideración social de las mujeres parece difícil que pueda conseguirse un sistema más igualitario que cierre la puerta a los radicales violentos. “No hay fórmula mágica. Sociedades, tradiciones y actitudes no pueden cambiarse o desarrollarse en un invernadero. Tenemos que arreglar nuestro país, solucionar sus problemas… y eso lleva tiempo”, admite Mahmud.
Mientras tanto, la madre de Attiya, solo desea “volver a ver caminar” a su hija. La voluntad de esta, como la de Malala, es el mayor triunfo sobre los retrógrados que niegan la educación a la mitad de la infancia.
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Devastación en la escuela Primary Government School Kadi. Los talibanes atacaron el centro en agosto de 2012. / DIEGO IBARRA SÁNCHEZ

Pareciera mentira que en pleno siglo XXI leamos cosas como éstas. No queremos caer en el particularismo de Pakistán. Países como éste son el reflejo de una amplia situación mundial, que tal vez no tenga el extremismo de los talibanes, pero no favorecen la educación de las niñas, no por prohibición sino por  situación social,  económica y religiosa;  países en los hay una elevada tasa de natalidad y las hijas mayores tienen que ocuparse de las labores de la casa, con el consiguiente abandono de la escuela; la falta de recursos, que siempre inclina la balanza a favor del estudio de los varones; países en donde los matrimonios son a edades tempranas etc, forman parte de esa franja de población de millones de niñas que nunca estudiaran.
En otra parte del mundo –no tan amplia como se podría pensar y como desearíamos-  las niñas tienen acceso a una educación, sin embargo  muchas veces a edades ya más avanzadas –después de la universidad- la formación personal es muy escasa. Se ha logra una profesionalidad pero los posteriores deberes familiares y sociales evitan la realización de cursos de post-grado, de actualización, masters etc;  en una palabra, evitan una formación continuada que creemos es imprescindible en un mundo en el que todo el espectro de conocimientos lleva una velocidad de vértigo. Hoy sabes, en un año lo que sabías es casi obsoleto.
El pensamiento que subyace es el mismo: la estructura y el pensamiento social no valoran la formación de las mujeres.
Hoy día se sabe que en las áreas en las que las mujeres tienen un desarrollo y recursos propios,  la vida de las comunidades mejora. Pero aún existe ese viejo prejuicio de que una mujer culta y preparada es un peligro.
Quienes podemos llevar a nuestras hijas a una escuela sin riesgo para su vida, inculquémoslas la necesidad del estudio y lo que es más importante: la importancia de seguir formándose siempre; todos los profesionales lo hacen. De paso, cuando las adolescentes se nos muestren tan reacias al estudio porque viven “abducidas” por esta sociedad de consumo y por príncipes de móviles y “tabletas”, no tengamos reparos en decirles que el ir a una escuela –eso que ellas hacen con tanta naturalidad- a jóvenes de su edad les cuesta la vida y que muchas jóvenes darían cualquier cosa solamente por aprender a leer.
Hay muchas “sagas” hoy día pero mostrémosles que también hay una saga de niñas y jóvenes para las cuales el conocimiento es algo tan lejano como para ellas pensar que un lápiz en la mano te puede valer un disparo.
La cultura actual tiene mucha fuerza y predicar no sirve de mucho, pero también es cierto que si lo hacemos con constancia y alerta desde los primeros años de vida tal vez… no aremos en el mar y  algún fruto dará.
Pero la mejor prédica es siempre con el ejemplo, por eso las madres “maduras”, que empiecen por ellas mismas, tomando consciencia de la importancia de amplificar nuestros conocimientos y alertándonos de que haber cursado unos estudios no es hoy día suficiente y no debe  de ser justificante para conformarse con lo que ya se sabe.
El deber de educar corresponde a todos, pero la mujer tiene un protagonismo mayor en ello. Eduquemos para poder educar.
Publicado por Red Inspiración Femenina Tian.

jueves, 5 de diciembre de 2013

EDUCACIÓN PATRIARCAL

Por XAB

Este artículo-entrevista que se adjunta más abajo no aporta nada nuevo, sino que corrobora lo que ya se viene diciendo hace mucho tiempo desde la Escuela Neijing y desde Inspiración Femenina: la importancia de erradicar el modelo patriarcal para poder dar un salto evolutivo como humanidad, y el papel principal que tiene la educación en dicho proceso. A estas ideas, desde el punto de vista de la Escuela, podríamos añadir por tanto “y el papel principal que tiene la mujer en el mismo dada su estrecha relación con la educación de la prole”.
Una educación basada en desarrollar el cerebro patriarcal-racional, que llama a la competencia, mientras se deja de lado el cerebro femenino que llama a la cooperación, nunca podrá desarrollar seres evolutivamente distintos a los que hay hoy en día.
El pasado verano, en el seminario de Inspiración Femenina se habló de propuestas para una educación en el sentido de que ya basta de seguir siendo las tontas en terrenos de economía, política, etc. Los modelos están tocando techo, y la especie se derrite (gracias al modelo patriarcal… como nos recuerdan en este artículo), por lo que hacen falta nuevas propuestas.
Ante esta situación se nos proponía que las mujeres tenemos que entramarnos para que, juntas, se nos ocurra algo mejor.
Traemos este artículo para rescatar y refrescar las ideas transmitidas en el seminario…
¡Adelante, pues! ¡Sigaz…! ;)



El mal de la civilización es la mente patriarcal
Entrevista a Claudio Naranjo
29/11/2013 - Autor: Claudio naranjo 







Claudio naranjo (Foto: Elena Frez).

"La única salida a esta crisis es la transformación interior".
La crisis actual ha tambaleado muchos cimientos del sistema y ha acabado revelando algunas de sus muchas fisuras. El comunismo se hundió por sus fallos de funcionamiento pero el capitalismo no parece salir mejor parado. Llevamos siglos cambiando gobiernos, haciendo revoluciones políticas y sociales pero nunca llegamos a buen puerto quizás porque nos olvidamos de las transformaciones más básicas y elementales que tienen lugar en la revolución personal.
Tenemos el mundo que tenemos por el tipo de conciencia que se desarrolla a través de la educación, según Claudio Naranjo. Y si queremos salir de verdad de esta crisis económica, social y humana hemos de superar el ego individualista e iniciar una auténtica transformación interior.
¿La civilización está enferma? ¿De qué?
— El mal de la civilización es la mente patriarcal. Y no me refiero sólo a la sociedad patriarcal que hace que los machos predominen sobre las mujeres y tengan un acceso más fácil al poder y a la economía. Me refiero a una forma de mentalidad que actualmente ya todos compartimos, hombres, mujeres y niños, contaminados por el mismo virus.
¿A qué nos referimos exactamente, con esa "mentalidad patriarcal"?
— A una pasión por la autoridad. Por el ego, el ego patrístico, un complejo de violencia, desmesura, voracidad, conciencia insular y egoísta, insensibilidad y pérdida de contacto con una identidad más profunda.
Hay quien cree que todo esto forma parte de la naturaleza humana y que siempre ha sido así.
— Pues no. Hay indicios de la existencia de un pasado matrístico, y aún hoy existen algunas sociedades indígenas de estas características que no funcionan en absoluto con estas directrices y valores que conocemos en la civilización. Esta mente, lejos de ser inherentemente humana, en realidad empezó a gestarse hace sólo unos 6.000 años, cuando, ante una crisis de supervivencia, ciertas poblaciones agrícolas arcaicas indouropeas y semitas tuvieron que volver a hacerse nómadas y acabaron convirtiéndose en comunidades de guerreros depredadores.
¿Y cómo se manifiesta esta mente patriarcal?
— En unas relaciones de dominio-sumisión y de paternalismo-dependencia, que interfieren en la capacidad de establecer vínculos adultos solidarios y fraternales. El cerebro patriarcal-racional llama a la competencia, mientras que el femenino llama a la cooperación. Esta dependencia y obediencia compulsiva (a los gobiernos y al poder en general) no sólo son enajenadoras para el individuo sino que constituyen distorsiones, falsificaciones y caricaturas del amor.
Pero las cosas pueden ser de otra manera. Usted dice que, en realidad, somos seres "tricerebrados".
— Efectivamente. En un lenguaje anatómico, poseemos un cerebro instintivo, que compartimos con todos los reptiles; emocional, como el resto de los mamíferos, y el racional, que es el último que se ha desarrollado y, sin embargo, ha acabado imponiéndose a los otros dos. Es como si en nuestro interior lleváramos a tres personas: una de tipo intelectual-normativo, que sería el padre; una persona emocional, que representa el principio del amor, que es la madre, y una instintiva, que sería el niño. Pues bien, en la sociedad actual, lo que denominamos la civilización, predomina el cerebro racional y tiene lugar el imperialismo de la razón sobre lo emocional y lo instintivo.
Pero esta razón que impera, ¿es realmente racional o más bien irracional?
— Ahí has dado en el clavo, porque en realidad no es racional ni inteligente, desde el punto de vista de los resultados en el bienestar social y personal. Ha corrompido conceptos como la inteligencia, la eficacia o la racionalidad misma. Es una mente rígida, aislada, autoritaria y normativa que busca resultados y ganancias a corto plazo, pero ganancias desde el punto de vista competitivo, materialista o consumista, no en cuanto al bienestar profundo, desarrollo personal o convivencia con el medio. Y, en consecuencia, toda la educación está sujeta a este paradigma racionalista.
Que se manifiesta en...
— En considerar la educación un mero traspaso de información, alejado de objetivos como el autoconocimiento, que debería ser prioritario. Y así vemos cosas en la escuela como que un niño o una niña llora y le llaman la atención.
Y si se ríe le echan de clase.
— Las emociones están prohibidas. Y lo instintivo aún más. Y sin embargo, para que la persona esté sana en una sociedad sana sería preciso el equilibrio entre los tres cerebros. Armonizar los binomios competencia/colaboración, agresión/ternura. Desarrollar una sana agresión en vez de la agresividad depredadora imperante. Y sobre todo desarrollar la capacidad amatoria, la ternura.
¿Estamos en el camino? Usted habla del ocaso del patriarcado.
— Por una parte, vemos que el autoritarismo en las familias disminuye y también el de los gobiernos. Pero han cogido el poder las empresas y su control en la sombra es enorme. Pero quizás sí, podemos decir que la nave se está hundiendo pero la gente está más ocupada en mantener el estatus que en salvarse; en defender lo poco que les queda, aunque se haya visto lo poco que vale, que en la transformación, en dejarlo todo y empezar a construir de cero.
Por eso insiste usted tanto en la importancia de la educación.
— Claro, porque es más fácil prevenir que curar. Hemos de prevenir la destrucción de la mente. La educación actual cuenta con una agenda implícita que requiere que los niños sean igualitos a los papás, cuando los papás son el problema. Decimos que la educación es para transmitir nuestros valores y no nos damos cuenta de que estamos transmitiendo nuestras plagas.
¿Y esto es responsabilidad de la escuela, de la familia, de los medios?
— De las autoridades en todos estos ámbitos, desde los profesores quemados hasta la misma opinión pública. Los padres aspiran a que sus hijos triunfen en este mundo de competencia económica, no importa que también sea un mundo de pobreza creciente mientras que no les toque a ellos. Prefieren la educación que sirve como una máquina de certificación. No les interesa educar sino servir al mundo del trabajo. Insisten en que desean el bien de los hijos pero en realidad no les interesa el bien de los hijos más que como eficacia en los negocios. Tenemos el mundo que tenemos por el tipo de conciencia que se desarrolla a través de la educación, que es una educación implícitamente explotadora.
Es usted muy crítico con la educación y muy en especial con los educadores.
— Porque no considero educación el mero traspaso de información, como una forma más de producción, de formación y explotación de nuevos trabajadores, que es en lo que consiste la escuela actual. Debemos volver a las raíces de la educación como autoconocimiento, en la búsqueda de ese "conócete a ti mismo" de Sócrates. Al autoconocimiento transformador que posibilite el cambio.
Sin embargo, hay algunas iniciativas educativas diferentes, como por ejemplo las escuelas internacionales de Krishnamurti.
— Sí, pero aún esas escuelas llegan hasta el debate, y eso está bien, porque por lo menos te da la oportunidad de aprender a pensar por ti mismo. Pero el debate en sí no transforma nada. Hay que integrar procesos de autoconocimiento transformador.
La transformación individual para transformar y sanar la civilización.
— No hay cambio posible sin pasar por el autoconocimiento individual. Siglos y siglos de cambios sociales y políticos han fracasado porque han pasado por alto el cambio de las personas. Sólo podemos sanar el tejido a través de las células, las personas. Y para eso tenemos que sembrar la semilla en la escuela. Pero ha de ser una nueva escuela que tenga en cuenta los tres aspectos de las personas: el conocimiento, la salud amorosa y la salud instintiva.
Suena diferente.
— Pero necesario, si queremos transformar las cosas de verdad. El otro día me invitaron a dar una conferencia en una universidad, y antes de empezar me pidieron que evitara los temas espirituales y los psicológicos y me limitara a la pedagogía. Chocante. La educación se resiste a integrar lo transcendental-espiritual y lo terapéutico y sigue considerándolo un campo ajeno porque, de lo contrario, complicaría las cosas. Y es cierto, las complicaría un poco, porque significaría permitir que las personas piensen por sí mismas. Así que no se asume el riesgo. Claro que no se calcula el precio.
¿Y cuál es el precio?
— La infelicidad colectiva.
Claudio Naranjo estudió medicina, psiquiatría y música y acabó convirtiéndose en un referente mundial en la investigación de la mente humana. Integrador de la sabiduría tradicional y científica, oriental y occidental, y el conocimiento histórico, antropológico, sociológico, psicológico y espiritual del ser humano. Creador del programa SAT, en principio dirigido a profesionales de la psicoterapia y derivado en un programa de transformación individual y social para uso personal y en el ámbito educativo. Autor de más de 20 libros, traducidos a varios idiomas.


lunes, 2 de diciembre de 2013

EDUCAR ES APOSTAR POR EL FUTURO


Por Inspiración Femenina
“La educación no se puede medir contando los libros de texto. Se mide contando los cambios que puedas aportar a las vidas de tus estudiantes”.
Estas hermosas palabras son de Humaira Bachal, una jovencita paquistaní que con 13 años fundó una escuela en su pueblo para poder educar niñas.
Esta semana queremos ofrecerles este video titulado “Humaira Cazadora de Sueños”, dirigido por una directora paquistaní ganadora de un Oscar, con el objetivo de dar a conocer a esta jovencita paquistaní que tanto está haciendo por la educación de las mujeres de su entorno.
Esta jovencita no solo logró tener una educación para ella misma en contra incluso de su padre, sino que se dio cuenta de que si las mujeres obtenían una educación, su calidad de vida podría mejorar. En su propia casa fundó una escuela, y gracias a la fuerza de su convicción, ha logrado el milagro de poder seguir adelante y de poder educar a miles de mujeres. Esta es su historia, una historia inspiradora y llena de esperanza.



Para las mujeres occidentales, la educación es algo que damos por hecho, es parte de nuestras vidas, pero en otras regiones del mundo es un verdadero tesoro. Muchas mujeres en el mundo tienen que pelear con su entorno para poder estudiar. Hay algunas que incluso mueren por atreverse a hacerlo.
De Paquistán nos llegan algunas historias de estas, de mujeres que se convierten en heroínas por lograr estudiar, y de otras que se convierten en mártires que murieron intentándolo.
Cuando veíamos el video, pensábamos en la cantidad de niñas que tienen la oportunidad de estudiar en nuestros países desarrollados y sin embargo no le dan valor. Prefieren salir de fiesta o irse con su novio de vacaciones. Sin duda podemos atribuir esta falta de interés al fracaso del sistema educativo, pero creemos que los índices de fracaso escolar también nos indican que existe un desprecio de parte de los estudiantes por todo aquello que les implique hacer un esfuerzo. La comodidad es uno de los aspectos más valorados en nuestras sociedades, y estudiar implica dedicación y esfuerzo.
¿Qué pensarían las niñas que arriesgan su vida por estudiar de estas mujeres que desdeñan la educación? Como siempre, el mundo está lleno de distintas consciencias, pero quizás, sería bueno que mostráramos estos ejemplos a todas nuestras jovencitas, tal vez, cambiarían la opinión de más de una.
Solo a través de la educación podemos, las mujeres, tener una vida mejor. Nosotras tenemos la oportunidad de hacerlo. No olvidemos su valor y transmitámoslo a las más jovencitas.
Nadie nos va a ofrecer nada, somos nosotras las que tenemos que conseguir nuestra libertad.
La educación es el primer paso, vamos a darlo….