Por XAB
Este artículo-entrevista
que se adjunta más abajo no aporta nada nuevo, sino que corrobora lo que ya se
viene diciendo hace mucho tiempo desde la Escuela Neijing y desde Inspiración
Femenina: la importancia de erradicar el
modelo patriarcal para poder dar un salto evolutivo como humanidad, y el papel principal que tiene la educación
en dicho proceso. A estas ideas, desde el punto de vista de la Escuela,
podríamos añadir por tanto “y el papel
principal que tiene la mujer en el mismo dada su estrecha relación con la
educación de la prole”.
Una educación basada en desarrollar el cerebro
patriarcal-racional, que llama a la competencia, mientras se deja de lado el
cerebro femenino que llama a la cooperación, nunca podrá desarrollar seres
evolutivamente distintos a los que hay hoy en día.
El pasado verano, en el seminario de Inspiración
Femenina se habló de propuestas para una educación en el sentido de que ya
basta de seguir siendo las tontas en terrenos de economía, política, etc. Los
modelos están tocando techo, y la especie se derrite (gracias al modelo
patriarcal… como nos recuerdan en este artículo), por lo que hacen falta nuevas
propuestas.
Ante esta situación se nos proponía que las
mujeres tenemos que entramarnos para que, juntas, se nos ocurra algo mejor.
Traemos este artículo para rescatar y
refrescar las ideas transmitidas en el seminario…
¡Adelante, pues! ¡Sigaz…! ;)
El mal de la civilización es la mente patriarcal
Entrevista a Claudio Naranjo
Claudio naranjo (Foto: Elena Frez).
"La única salida a esta crisis es la transformación
interior".
La crisis actual ha tambaleado muchos cimientos del
sistema y ha acabado revelando algunas de sus muchas fisuras. El comunismo se
hundió por sus fallos de funcionamiento pero el capitalismo no parece salir
mejor parado. Llevamos siglos cambiando gobiernos, haciendo revoluciones
políticas y sociales pero nunca llegamos a buen puerto quizás porque nos
olvidamos de las transformaciones más básicas y elementales que tienen lugar en
la revolución personal.
Tenemos el mundo que tenemos por el tipo de conciencia
que se desarrolla a través de la educación, según Claudio Naranjo. Y si
queremos salir de verdad de esta crisis económica, social y humana hemos de
superar el ego individualista e iniciar una auténtica transformación interior.
¿La civilización está enferma? ¿De qué?
— El mal de la civilización es la mente patriarcal. Y
no me refiero sólo a la sociedad patriarcal que hace que los machos predominen
sobre las mujeres y tengan un acceso más fácil al poder y a la economía. Me
refiero a una forma de mentalidad que actualmente ya todos compartimos,
hombres, mujeres y niños, contaminados por el mismo virus.
¿A qué nos referimos exactamente, con esa
"mentalidad patriarcal"?
— A una pasión por la autoridad. Por el ego, el ego
patrístico, un complejo de violencia, desmesura, voracidad, conciencia insular
y egoísta, insensibilidad y pérdida de contacto con una identidad más profunda.
Hay quien cree que todo esto forma parte de la
naturaleza humana y que siempre ha sido así.
— Pues no. Hay indicios de la existencia de un pasado
matrístico, y aún hoy existen algunas sociedades indígenas de estas
características que no funcionan en absoluto con estas directrices y valores
que conocemos en la civilización. Esta mente, lejos de ser inherentemente humana,
en realidad empezó a gestarse hace sólo unos 6.000 años, cuando, ante una
crisis de supervivencia, ciertas poblaciones agrícolas arcaicas indouropeas y
semitas tuvieron que volver a hacerse nómadas y acabaron convirtiéndose en
comunidades de guerreros depredadores.
¿Y cómo se manifiesta esta mente patriarcal?
— En unas relaciones de dominio-sumisión y de
paternalismo-dependencia, que interfieren en la capacidad de establecer
vínculos adultos solidarios y fraternales. El cerebro patriarcal-racional llama
a la competencia, mientras que el femenino llama a la cooperación. Esta
dependencia y obediencia compulsiva (a los gobiernos y al poder en general) no
sólo son enajenadoras para el individuo sino que constituyen distorsiones,
falsificaciones y caricaturas del amor.
Pero las cosas pueden ser de otra manera. Usted dice
que, en realidad, somos seres "tricerebrados".
— Efectivamente. En un lenguaje anatómico, poseemos un
cerebro instintivo, que compartimos con todos los reptiles; emocional, como el
resto de los mamíferos, y el racional, que es el último que se ha desarrollado
y, sin embargo, ha acabado imponiéndose a los otros dos. Es como si en nuestro
interior lleváramos a tres personas: una de tipo intelectual-normativo, que
sería el padre; una persona emocional, que representa el principio del amor,
que es la madre, y una instintiva, que sería el niño. Pues bien, en la sociedad
actual, lo que denominamos la civilización, predomina el cerebro racional y
tiene lugar el imperialismo de la razón sobre lo emocional y lo instintivo.
Pero esta razón que impera, ¿es realmente racional o
más bien irracional?
— Ahí has dado en el clavo, porque en realidad no es
racional ni inteligente, desde el punto de vista de los resultados en el
bienestar social y personal. Ha corrompido conceptos como la inteligencia, la
eficacia o la racionalidad misma. Es una mente rígida, aislada, autoritaria y
normativa que busca resultados y ganancias a corto plazo, pero ganancias desde
el punto de vista competitivo, materialista o consumista, no en cuanto al
bienestar profundo, desarrollo personal o convivencia con el medio. Y, en
consecuencia, toda la educación está sujeta a este paradigma racionalista.
Que se manifiesta en...
— En considerar la educación un mero traspaso de
información, alejado de objetivos como el autoconocimiento, que debería ser
prioritario. Y así vemos cosas en la escuela como que un niño o una niña llora
y le llaman la atención.
Y si se ríe le echan de clase.
— Las emociones están prohibidas. Y lo instintivo aún
más. Y sin embargo, para que la persona esté sana en una sociedad sana sería
preciso el equilibrio entre los tres cerebros. Armonizar los binomios
competencia/colaboración, agresión/ternura. Desarrollar una sana agresión en
vez de la agresividad depredadora imperante. Y sobre todo desarrollar la
capacidad amatoria, la ternura.
¿Estamos en el camino? Usted habla del ocaso del
patriarcado.
— Por una parte, vemos que el autoritarismo en las
familias disminuye y también el de los gobiernos. Pero han cogido el poder las
empresas y su control en la sombra es enorme. Pero quizás sí, podemos decir que
la nave se está hundiendo pero la gente está más ocupada en mantener el estatus
que en salvarse; en defender lo poco que les queda, aunque se haya visto lo
poco que vale, que en la transformación, en dejarlo todo y empezar a construir
de cero.
Por eso insiste usted tanto en la importancia de la
educación.
— Claro, porque es más fácil prevenir que curar. Hemos
de prevenir la destrucción de la mente. La educación actual cuenta con una
agenda implícita que requiere que los niños sean igualitos a los papás, cuando
los papás son el problema. Decimos que la educación es para transmitir nuestros
valores y no nos damos cuenta de que estamos transmitiendo nuestras plagas.
¿Y esto es responsabilidad de la escuela, de la
familia, de los medios?
— De las autoridades en todos estos ámbitos, desde los
profesores quemados hasta la misma opinión pública. Los padres aspiran a que
sus hijos triunfen en este mundo de competencia económica, no importa que
también sea un mundo de pobreza creciente mientras que no les toque a ellos.
Prefieren la educación que sirve como una máquina de certificación. No les
interesa educar sino servir al mundo del trabajo. Insisten en que desean el
bien de los hijos pero en realidad no les interesa el bien de los hijos más que
como eficacia en los negocios. Tenemos el mundo que tenemos por el tipo de
conciencia que se desarrolla a través de la educación, que es una educación
implícitamente explotadora.
Es usted muy crítico con la educación y muy en
especial con los educadores.
— Porque no considero educación el mero traspaso de
información, como una forma más de producción, de formación y explotación de
nuevos trabajadores, que es en lo que consiste la escuela actual. Debemos
volver a las raíces de la educación como autoconocimiento, en la búsqueda de
ese "conócete a ti mismo" de Sócrates. Al
autoconocimiento transformador que posibilite el cambio.
Sin embargo, hay algunas iniciativas educativas
diferentes, como por ejemplo las escuelas internacionales de Krishnamurti.
— Sí, pero aún esas escuelas llegan hasta el debate, y
eso está bien, porque por lo menos te da la oportunidad de aprender a pensar
por ti mismo. Pero el debate en sí no transforma nada. Hay que integrar procesos
de autoconocimiento transformador.
La transformación individual para transformar y sanar
la civilización.
— No hay cambio posible sin pasar por el
autoconocimiento individual. Siglos y siglos de cambios sociales y políticos
han fracasado porque han pasado por alto el cambio de las personas. Sólo
podemos sanar el tejido a través de las células, las personas. Y para eso
tenemos que sembrar la semilla en la escuela. Pero ha de ser una nueva escuela
que tenga en cuenta los tres aspectos de las personas: el conocimiento, la
salud amorosa y la salud instintiva.
Suena diferente.
— Pero necesario, si queremos transformar las cosas de
verdad. El otro día me invitaron a dar una conferencia en una universidad, y
antes de empezar me pidieron que evitara los temas espirituales y los
psicológicos y me limitara a la pedagogía. Chocante. La educación se resiste a
integrar lo transcendental-espiritual y lo terapéutico y sigue considerándolo
un campo ajeno porque, de lo contrario, complicaría las cosas. Y es cierto, las
complicaría un poco, porque significaría permitir que las personas piensen por
sí mismas. Así que no se asume el riesgo. Claro que no se calcula el precio.
¿Y cuál es el precio?
— La infelicidad colectiva.
Claudio
Naranjo estudió medicina, psiquiatría y música y acabó convirtiéndose en un
referente mundial en la investigación de la mente humana. Integrador de la
sabiduría tradicional y científica, oriental y occidental, y el conocimiento
histórico, antropológico, sociológico, psicológico y espiritual del ser humano.
Creador del programa SAT, en principio dirigido a profesionales de la
psicoterapia y derivado en un programa de transformación individual y social
para uso personal y en el ámbito educativo. Autor de más de 20 libros,
traducidos a varios idiomas.
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