Por Rosa Vilchez
“En lo que va del año –sin contar el mes en curso- ya son
29 casos de feminicidio en Perú, asimismo otras 30 mujeres estuvieron a punto
de convertirse en víctimas de este delito. Sin embargo, a pesar que cuatro de
cada diez peruanas han sufrido abuso y violencia física, sexual o sicológica,
no todas denuncian el hecho por temor a represalias”. (Informe presentado
por la Ministra de la mujer en un noticiero nacional en el marco de la
aprobación de la ley del feminicidio)
Desde enero hasta mayo del 2013 el Ministerio Público -organismo constitucional autónomo creado por la
Constitución Política del Perú en 1979, con la misión fundamental de defender
la legalidad y los Derechos Humanos-
ha registrado 10 mil trescientas denuncias de violencia familiar y sexual.
Además, un reciente informe del mismo Ministerio dice
textualmente: “De acuerdo al Observatorio de la
Criminalidad, el año pasado se registraron 457 casos de Trata de Personas a
nivel nacional. Los distritos fiscales con mayor porcentaje de denuncias ante
la institución fueron Loreto con 12%, seguido de Lima con 10.9% y Cusco con
9.6%.
En los operativos realizados por el Ministerio Público en los de
centros de hospedajes, buses interprovinciales, locales nocturnos y “night clubs”,
entre otros, se tiene como objetivo detectar y rescatar a las víctimas de este
execrable delito, que generalmente son mujeres y menores de edad. Sin contar
con los casos que no son denunciados”.
Fuente: http://www.mpfn.gob.pe/home#
Feminicidios, trata de personas, violaciones, delincuencia, tráfico y consumo de drogas, embarazos adolescentes, trabajo infantil, son otros problemas que nos aquejan.
El Gobierno Central promulga leyes para penalizar estos
hechos, pero ello no es suficiente para evitar llegar a estos lugares de
violencia, que se están convirtiendo en lugares comunes para muchas
poblaciones.
Los gobiernos locales o municipalidades incrementan
acciones de vigilancia, pero aún así la violencia crece.
Las noticias en estos tiempos nos ha convertido en
testigos pasivos del deterioro, dejando el problema en manos de las autoridades.
Pasividad que nos hace cómplices de estos crecientes delitos. Lo mismo sucede
en las calles, cuando contemplamos el tráfico de drogas, el alcoholismo de
menores, niños en estado de abandono y otras tantas muestras de deterioro y
corremos a las casas a encerrarnos creyendo que así ese monstruo no nos va a
alcanzar.
Una reciente publicación del Diario El
Comercio señala “Comisarías de Lima reciben cada día 360 denuncias por robo”
Cada día en Lima y Callao las comisarías reciben 360 denuncias de hurtos y robos,
unos 10.800 casos al mes, y eso no incluye a los que prefieren callar (no
denuncian).
Día a día los noticieros nos presentan los
casos de violaciones, asesinatos, robos. Los noticieros redundan sobre los
casos, haciendo de ellos patéticos recuentos, para luego, mostrar a los
supuestos victimarios en manos de la policía.
La información así tratada nos ha
convertido en pasivos espectadores de ese sin sentido, haciéndonos creer que
esa es la solución. Es común escuchar en los noticieros “que los metan a la
cárcel” como las declaraciones de los familiares de las víctimas; creyendo que
esa es la solución, cuando sabemos que las cárceles son lugares donde no existe
readaptación, tan sólo son lugares de donde estos seres salen mucho más
curtidos.
A fines de abril del presente año, una
noticia nos sorprendió dolorosamente, una joven de 22 años, estudiantes
universitaria, fue encontrada muerta en un río, había sido violada. La joven
había tomó un transporte público conocido como “mototaxi”, vehículo donde
encontró su desgraciado fin. Luego de las investigaciones los mismos noticieros
nos mostraron a los delincuentes: dos jóvenes de 22 y 16 años respectivamente.
Pregunto ¿Cómo llegaron a ese sin sentido
esos jóvenes? No eran analfabetos, habían al menos cursado la educación
primaria, más sin embargo su relación con la vida y con la mujer estaba
profundamente dañada para llegar a esa situación.
La realidad muestra una población que necesita ser
atendida y formada para convivir. (*) “Aquí hago referencia a una reflexión
hecha por esta servidora a propósito de este caso y que nació al leer un
artículo publicado en el blog de Inspiración femenina sobre la desaparición del
cromosoma Y”
Una mirada consciente a esta realidad me llevó a pensar
que los diseños educativos en su mayoría son de carácter “conocimientista” es
decir el alumno va a que le den conocimientos que no necesariamente redundará
en una consciencia humana indispensable para la convivencia armoniosa.
Desde que ingresan a la escuela los niños van a adquirir
conocimientos que no necesariamente los habilita para una convivencia solvente,
de respeto por la vida.

Se supone, -entre comillas- que es la familia quién
educa, pero ¿cuál es la situación de éstas familias? ¿cómo conviven? ¿qué
recursos tienen para educar?
Quien comenta esta situación creció en un distrito
popular, de niña jugaba en la calle con las chicas y chicos del barrio.
Las vacaciones escolares eran un paraíso, terminaba con presteza las tareas de
la casa, para luego tener tiempo para salir a jugar, las horas de juego se
prolongaban hasta la noche, la calle era nuestro gran patio donde todos
coincidíamos, estoy hablando de los años 1965-1976.
Luego a los 15 años ya la cosa se puso algo turbia, los
chicos empezaron a alejarse del juego, se retiraban del barrio, pasaban horas
ausentes, empezaron a manejar otros códigos que ya no comprendía... hasta que
comprendí, habían empezado a meterse en el mundo de las drogas.
La llegada de las drogas cambió drásticamente la
estructura del barrio, fue como si todo se ensombreciera, el ambiente se puso
denso y al mismo tiempo desolado. Pero nadie hablaba del problema y mucho menos
se hizo algo para erradicarlo. Pero con ello la delincuencia aumentaba y el
peligro hizo que nos encerráramos en nuestras casas con más seguros y por ende
más miedos.
San Martín de Porres es un distrito limeño con 63 años de
creado, yo tengo 51, y lo que he contemplado es la suma de problemas. Llama
enormemente mi atención que ese problema continúe con mayor fuerza. La
comercialización y consumo de PBC, marihuana y alcohol son de un descaro
asombroso.
Pero lamentablemente San Martín de Porres no es el único
distrito aquejado con dicho problema. Según fuentes oficiales los distritos con
mayor inseguridad, “que se sepa”, son: Comas, Carabayllo, San Juan de
Lurigancho, La Victoria, Villa El Salvador y la Provincia Constitucional del
Callao.
Cabe señalar que la comercialización de drogas hasta
antes de los años 70 era para un grupo selecto, debido a su alto costo. A
partir de los años 70 se crea una nueva droga de bajo costo “la Pasta Básica de
Cocaína” a partir de esa fecha eso pasa a ser una epidemia.
En un informe publicado, en diciembre del 2012, la ONG
“Devida” afirma que, cada año cerca de 70 mil
personas se inician en el consumo de marihuana
en el Perú, según una encuesta dada a conocer por la Comisión
Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida).
La IV Encuesta Nacional del Consumo de Drogas
en población general detalla que, de la cifra total, 60 mil son varones y 10
mil son mujeres. En tanto, 5 de cada 10 consumidores de marihuana y cocaína
presentan signos de dependencia a estas sustancias.
De acuerdo al informe presentado, más de 2
millones 324 mil personas declararon que alguna vez en su vida les ofrecieron
drogas ilegales, ya sea para probar o para comprar. De ese universo, más de 300
mil son adolescentes entre 12 y 18 años de edad.
¿Porqué eso continúa? ¿Cómo así un niño
llega a esta existencia y al llegar a la adolescencia ya es un problema o es
víctima de los mismos?
Recuerdo con claridad cuando en los
años 80 el terrorismo causó inseguridad en Perú, los habitantes de Lima,
veíamos a través de las noticias esa “realidad” y seguíamos con nuestras
“actividades” ajenos a ese “problema”, pero cuando el terror llegó a Lima, ahí
la cosa cambio.
Las acciones del gobierno fueron, en
muchos casos, drásticas; se intervenía las universidades del Estado a fin de
“capturar” a los estudiantes que tuvieran alguna relación con el partido comunista.
Portar un libro rojo era suficiente evidencia para detener a un universitario.
Pero el hecho de este recuerdo es porque se tomaron medidas y acciones para
“erradicar” el “problema”. Recuerdo que nadie quería ni siquiera tener cerca un
libro comunista, porque temíamos ser desaparecidos. Los militares iban a tu
casa y te sacaban y a veces nunca más regresabas.
No estoy pensando que se hagan las
mismas acciones para solucionar la crisis de hoy, lo que si creo es que cuando
se quiere hacer algo bien se puede hacer. Y cuando hablo de hacer las cosas
bien, pienso en una forma de evitar que los que siguen llegando a esta vida
sean futuros víctimas de tanto descuido.
Cuando digo que el currículo escolar
no esta diseñado para “dar una formación que nos saque de este círculo de
deterioro”, lo digo con base de hechos reales. He visto niños nacer, jugar, ir a
la escuela y pasado un tiempo -no mucho- convertidos en consumidores o traficantes
consumidores, en marginales con una vida sin posibilidades de recuperación,
“mototaxistas-violadores” o en asaltantes-consumidores. Lo he visto, y ya no
quiero seguirlo viendo, porque no creo que un ser llegue a esta vida para ese
fin.
La proliferación de centros de
rehabilitación para drogadictos es una muestra de ese descuido, que no es sólo
de los padres. Es de la comunidad, con sus respectivos organismos.
¿Tienen algo que ver las drogas y el
alcohol en los hechos de violencia? Pienso que sí. Son esos hombres y/o mujeres
deformados por un ambiente violento y desordenado sumado a la ingesta de estos
productos los que los convierten en esos monstruos que luego nos muestran en
televisión. Un entorno enfermo y contaminado daña a estos pequeños inocentes.
Desatendida la educación de los
problemas medulares, los colegios ahora terminan siendo lugares de violencia,
de jóvenes irrespetuosos, de vandalismo.
Hace dos días una noticia ratifica
este hecho. Aquí la penosa noticia: http://trome.pe/actualidad/1589062/noticia-auxiliar-volvio-matataxistas-escolares
También es cierto que existen personas que
se entregan con bondad a sus profesiones. Hace meses conocí a una mujer
dedicada desde hace más de 25 años a la labor de docente en un colegio de
educación secundaria en la ciudad de Lima, distrito de Breña,. De las largas
conversaciones que hemos tenido, he aprendido a valorar a mujeres como ella,
que en su labor de educadora dan más de sí, a fin de auxiliar a sus alumnas de
conflictos familiares.
Lupe, muchas veces ha refugiado a alguna
chica en su hogar para ponerla a buen recaudo. Ella me ha contado, desde su
experiencia con estas niñas, una realidad que muchas veces no sabemos. Chicas
que son hijas de padres deteriorados en consumo de drogas, madres
alcohólicas, padres delincuentes, y en algunos casos, madres que tienen una red
de prostitución donde explotan a sus propias hijas, las mismas que van al
colegio a reclutar a otras jovencitas.
“A esas niñas no les podemos exigir que
aprendan a solucionar problemas matemáticos, ellas ya tienen bastante problemas
en sus vidas. Darle tareas para realizar en sus casas es un absurdo, ellas
están cargadas de tareas pues muchas veces son ellas las que tiene que hacerse
cargo de sus hermanos menores y de sus hogares”, comenta Lupe.
Todo esto me corroboró que la educación
escolar necesita adaptarse a la realidad. Cada distrito, cada provincia, cada
departamento tiene su propia realidad.
En la sierra peruana, el alcoholismo
y el maltrato de la mujer por parte de sus parejas es lo cotidiano y eso se
sigue repitiendo en cada nuevo ser que nace en esa “realidad”. Ellos además con
el añadido de la secuela que el terrorismo dejó en sus vidas. Y ahora muchos de
ellos están inmersos en una lucha desigual contra las grandes compañías mineras
que contaminan sus aguas y sus vidas.
En la selva del Perú el suicidio de mujeres
es un conteo que no se detiene. También es el lugar donde las cifras de
explotación sexual de mujeres y menores son impresionantes; los lugares donde
los hombres son llevados a explotar la riqueza de la tierra, se convierten en
los escenarios donde las mujeres y los niños son llevados a ser explotados
sexualmente.
Es
necesario educar para generar una consciencia de respeto y cuido, que pueda
subsanar los daños hechos y generar hombres y mujeres nuevos, de esperanza, de
concordia.
Estamos próximas a iniciar con Lupe
unos talleres con las chicas del colegio Micaela Bastidas de Breña, a fin de
entablar con ella lazos que nos permitan iniciar, si el cielo lo permite,
un cambio de consciencia, una esperanza de cambio y hacerlas partícipes de
redes de mujeres, que sepan que no están solas.
Realizaremos un blog y un canal en Youtube
con estas jóvenes, para que tengan un espacio de conversación y búsqueda de
respuestas a los problemas que los envuelven día a día.
Hace tres meses, una mañana, viajando
en el “Metropolitano” -transporte público de la cuidad de Lima-, escuchaba la
voz de una adolescente que narraba a otra persona, sucesos como: robos,
asaltos, pandillaje, etc., la voz de la niña denotaba ansiedad -sólo se escuchaba
a la niña-; pasados unos minutos, cuando bajaron varios pasajeros y quedó
espacio libre, busque con la mirada a la niña que hablaba de esa manera y ¿con
quién hablaba?, efectivamente, era una adolescente de aproximadamente 13 año,
viajaba con su madre, una mujer humilde que no emitía ningún comentario a su
hija; estaba silenciosa ante las inquietudes de su hija. Luego, llegado el
momento, la niña abandono el “metropolitano”; había llegado a su destino. Eran
cerca de las ocho de la mañana, ella iba a sus clases. Antes se acercó y besó a
su madre en la mejilla. Abandonó el transporte público con todas sus preguntas
encima, con todas su inquietudes y sus miedos.
“La niña del metropolitano”, las
niñas de Lupe, los chicos que vi crecer en el barrio, como el caso de Manuel
que ahora debe tener 30 años y vive entrando y saliendo de centros de
rehabilitación, -recuerdo que de niño Manuel que iba a casa a pedirme que lo
ayude con sus tareas de matemáticas-. Ellos y tantos… que sería inacabable el
relato, son los que me hacen soñar y buscar herramientas para un cambio.
Hay mucho por hacer, mucho y a veces
siento que es un atrevimiento soñar con hacer algo cuando el problema es tan
grande, pero no puedo dejar de soñar con ello. Y por eso este escrito, porque
desde aquí, desde estas reflexiones iremos proponiendo Soluciones humanas
a desastres inhumanos, trataremos que cada día, cada niño que llegue a esta
existencia encuentre algo mejor esta realidad… reeducando…